Mientras se prolonga la agonía política de Julieta del Río Venegas y su Instituto Nacional de Transparencia INAI, hasta el miércoles de la próxima semana, cuando la Cámara de Diputados votará su extinción, la que sigue rediviva y de plano resucitada, es Rosario Piedra Ibarra, reelecta en el Senado de la República por 5 años más en la Presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, contra todo pronóstico, porque fue la peor evaluada de 15 aspirantes y porque había la línea presidencial para que Nashieli Ramírez fuera la electa, lo que fue una franca imposición y una abierta deslealtad al liderazgo nacional de Morena y de la Cuarta Transformación.
Fue la senadora zacatecana del PRI, Claudia Anaya Mota, la que, ante el pleno senatorial puso el dedo en la llaga, al adelantar su voto en contra, denunció que la candidata a la reelección, Rosario Piedra Ibarra, presentó cartas apócrifas o falsas de "respaldo popular" para su registro como candidata y porque se dice defensora de los Derechos Humanos, pero no lo es, porque en realidad se olvidó de los Derechos de este país, de su historia y trayectoria; pero finalmente se impuso la peligrosa decisión de los senadores de Morena y aliados, exhibición de deslealtad que recuerda aquella consigna tan común y tan corriente, de preferir la incapacidad a la calidad intelectual en la función pública.
Ha sido un grave y lamentable error, una traición a los Derechos Humanos y a la sociedad, una mujer nada que ver con su señora madre, una verdadera luchadora social, respetada y admirada por los mexicanos, doña Rosario Ibarra de Piedra. Han transcurrido 5 años de decepción al frente de la institución defensora del pueblo, su conducción ha sido desastrosa, carente de autonomía e independencia y totalmente dependiente o sumisa al poder. Interrogada la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo sobre esta designación, solo respondió respetuosa que "ha sido una decisión del Senado" y no dijo más, con eso todo se entendió entre la sociedad.
Esta tendencia a premiar la ineficacia, los pésimos resultados y las fallidas direcciones de instituciones gubernamentales o descentralizadas, ya no extrañan ni sorprenden porque parecen caracterizar a este régimen, como así ha sucedido en Zacatecas, cuando a funcionarios que no han dado resultados en el ejercicio de sus responsabilidades de gobierno, han sido premiados con representación popular, casos de Maribel Villalpando y Jesús Padilla, ahora con diputaciones locales o casos de fracasos y derrotas electorales que son obsequiadas con oportunidades en el gobierno, como Ernesto González, ahora en la Función Pública y Bennelly Hernández, en Desarrollo Social, que son interpretados como actos de generosidad política del gobernante, como segundas oportunidades que han de cumplirse con excelencia para que sean reivindicadas las imágenes personales y profesionales y del propio gobierno de la transformación y de la nueva gobernanza.
Son decisiones que deben ser consideradas y valoradas como lecciones políticas sobre lo que no debe ser en la función pública, porque se trata de construir los más valiosos equipos de gobierno, con notables zacatecanos verdaderamente comprometidos con apasionado servicio a Zacatecas, porque éstos ya no son tiempos de improvisación ni de ensayos con aprendices o novatadas que siempre decepcionan.